Llegaste cuando las letras de las canciones yacían de manera desordenada por el suelo como soldados vencidos de aquella batalla que nunca fue, mientras el genio escapaba por la ventana, dejando tan sólo el vacío en el que resonaba el eco de los versos que escurridizos, no se dejaban atrapar. Frases inacabadas que intentaban conformar un todo, sin saber que su final no era posible, porque la historia aún estaba por escribir. El color de tus ojos empezó a conformar las estrofas precisas, como si de repente todo comenzara a encajar. Casi sin darme cuenta, el gris de las paredes comenzó a transformarse en un arco iris de colores infinitos, mientras mi inventario de recuerdos tristes se difuminaba cuando el dorado de tus rizos ocupaba el cielo de mi mirada.
Y comenzamos un viaje a la luna, a lomos de aquel cometa, con las alforjas repletas de sueños, desafiando las leyes de la gravedad, sin saber cual era el peso de ser feliz. Cada noche, nuestros pies despegaban del suelo para volar cerca de las estrellas, haciendo que todo lo demás dejara de existir. El brillo de tu mirada me guiaba hasta ti, donde las letras se hacían estrofas y las estrofas melodía. Y fue, y es, y será... sinfonía de notas multicolores, inacabada, infinita, eterna…
Y te fuiste, te perdí una noche aciaga, dejaste sin pulso mi corazón y mis palabras se secaron, mi mundo volvió a teñirse de grises derramándose sobre mi soledad con la insolente prepotencia de un tiempo que no me pertenece ya. La vida me redujo de nuevo a la condena del recuerdo, e intenté escapar de él, intenté evadirme de todo y volar como un espíritu volátil,
No fue, mis pasos siguen resonando sobre el firmamento de la tristeza, aunque mi existencia se haya convertido en nada sin ti. Pasarán los días aunque como dijo el poeta, que haya existido no es prueba suficiente de que haya vivido.
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