
Pese a su apariencia prosaica y a su modo práctico de conducirse en la vida, el padre Brown no carecía de cierto toque romántico, aunque solía guardarse para sí sus sueños, como lo hacen muchos niños. Era un cura católico de apariencia ingenua cuya agudeza psicológica lo convirtió en un formidable detective. De aspecto rechoncho, iba acompañado de un enorme paraguas y solía resolver los crímenes más enigmáticos, atroces e inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana antes que por el razonamiento lógico.
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